jueves, 26 de septiembre de 2013

Es la fuente de Villamayor de Treviño. Ahí permanece testigo del tiempo. El olvido tal vez la hace más bella. Suena el agua pero hay más silencio. No sé si acude alguien a beber o llenar recipientes. El día que pasé fue como encontrar un lugar cercano, entrañable, íntimo..  
Hace años no había tiempo para que la hierba creciera.  Cada día había que acarrear agua con botijos, cántaros, calderos... nuestro agua potable. ¡No había más! salvo algún pozo en los corrales de las casas o huertos. La fuente nos dio salud y vida. En cada casa había un par de cántaros y un botijo siempre dispuesto. Un agua sana, nunca supe que a alguien le sentara mal. En el riachuelo que formaba continuo dirección al Odra, crecían los berros, los niños hacíamos presas un poco más abajo y buscábamos zonas húmedas para jugar al "pinque romero". También se hacía diversión cogiendo agua del caño y lanzando a los demás, el juego eterno los niños y el agua compañeros de picias de poca importancia.  Incontables los viajes que hacían las mujeres y los niños a la fuente, algún hombre...pocos, eran tiempos en los que "los hombres no hacían esas cosas", pero el viaje era largo dependiendo del domicilio de cada uno. Era característico el balanceo de los dos cántaros al caminar aprovechando como inercia el avance de cada pierna alternando el vaivén para caminar más cómodo. Pues sí, la fuente de Villamayor, se merece su cuidado y protección. Que siga siendo testigo del paso del tiempo y ahora que tenemos agua corriente en casa, nos sirva para valorar el servicio que no hizo esta fuente durante muchos, muchos años.
Luis Miguel Avendaño

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