lunes, 26 de marzo de 2012

Los "chiguitos" de Villamayor


Correr por las eras, los prados, las calles de polvo, barro y piedras, subirse al os árboles, jugar al "esconde verite", una pelota o un balón todo un lujo. Lo más asequible: un palo, un "tirabique", lo más sofisticado una alambre gorda con un doblado en forma de "U" y un mango al final para llevar el aro rodando. El aro a veces procedía de un retel de pescar cangrejos al que se le había quitado la red. Las tardes después de la escuela eran muy largas, tras pasar por casa para cargar energías, una manzana, un trozo de pan untado con vino y azúcar o un trozo de queso, chorizo... lo que fuera y a correr. ¡Vete a la carretera! a ver quien pasa. Lo más era algún coche que nos dejaba un poco atónitos y la costumbre el puntual coche de linea que sobre las 7 llegaba a casa de Andrés, en el parking de la cantina. Cierta envidia de quienes descendían, procedentes de Villadiego o de Burgos... con ropa de domingo y maletas. Cada día podría ser la novedad ¿quien ha venido hoy en el coche de línea? Y con la imaginación volábamos a lugares lejanos para ir un día.
La tarde caía y posiblemente los más crecidos alargaban el permiso para buscar unas colillas y liarse un cigarrillo. Llevar unas pesetas en el bolso, cosa improbable, así que había que proveerse de recursos.
La cantina con luz tenue, no de ambientación, era lo que había, y contentos. En aquellos tiempos que no había tele, la radio era poco frecuente... estar en casa era aburrido, pero no más que ahora con tanto elemento ordenadores, vídeos, etc. Al menos, a falta de una máquina o aparato que hablara, el sonido tenía que ser nuestras palabras para todo. Y temas no faltaban.
Además de las dos cantinas o las tres, depende la época, el centro social por excelencia eran las bodegas. Un tanto alejadas, pero eran y son como una colonia del pueblo, una isla de libertad y por lo general asociada a la felicidad, entre otras cosas porque allí se celebran las mejores tertulias, un tanto animadas con unos tragos de "churrillo". Inolvidables los tiempos de la vendimia, el pisado de la uva, y el prensado, la fermentación del mosto, el sabor dulce, meloso, espeso y energético de aquel zumo de uvas de todos los tipos. El tufo peligroso de los días posteriores y la incógnita de apreciar qué tal salió el vino.
Pasar de las calles correteando a las estancias en las bodegas era como una especie de ascenso: la edad y la madurez te colocaban en diferentes plazas.

Todo esto para comentar esta foto, que, no sé si la hizo aquel maestro "Carpanta" que era un poco extravagante, pero le gustaba la fotografía y al menos a este que escribe le hizo penetrar más adelante en este mundo tan especial.

Dedicada a todos mis amigos, casi invisibles de mi querido pueblo. Por la foto, permanecemos recordando y mantenemos esa memoria que nos hace amigos en la distancia y en los afectos.